ARTICULO
V
LA NOVELA VICTORIANA:
DICKENS,
LAS BRONTË Y GEORGE ELIOT.
LA NOVELA
VICTORIANA Y SU ENTORNO.
Se suele identificar la época
victoriana con el largo reinado de la reina Victoria (1837-1901).
Tradicionalmente se ha considerado que hasta la década de los setenta había una
cierta identificación entre el pueblo inglés y las instituciones, pues era la
época del apogeo del imperio británico; sin embargo, la realidad era muy
diferente, la nueva clase proletaria vivía en unas condiciones infrahumanas y buscaba
la manera de salir de esa situación.
Dickens en sus novelas atacó la
ineficacia de las instituciones públicas de la época, en Black house
criticó duramente el sistema legal existente. En las obras de Dickens se
presentaban los orfelinatos como lugares inhumanos donde los niños vivían en
condiciones crueles. El hambre y el estado de postración de las clases
marginales motivaron el aumento de la delincuencia en las ciudades.
La novela victoriana se hizo eco de
esta situación, aunque bien es verdad que en el realismo inglés la realidad se
mezcla con la fantasía. El propio Dickens así lo afirma en el prefacio de Black
house: “In Black house I have purposely dwelt upon the romantic side
of familiar things”. La
exigencia victoriana del “happy ending” contribuyó a esta idealización, tanto
de la vida cotidiana de la clase media como del mundo de la clase baja, por lo
que no es de extrañar que, cuando a finales del siglo el realismo dio paso al
naturalismo, Inglaterra tuviese pocos y muy tímidos exponentes de esta segunda
tendencia.
Robin Gilmour en su libro The
novel in the Victorian Age (1986), además de establecer una conexión entre
el desarrollo de la novela y el de la sociedad inglesa de esa época, distinguió
tres etapas histórico-literarias dentro del periodo victoriano.
La primera etapa (1830-1850) se
caracterizó por ser una época de cambios y crisis que suscitó el interés por el
presente, por los cambios sociales del momento y por lo personal. Este tipo de
interés puso de manifiesto la novela social. El interés por lo personal fue la
respuesta a la necesidad de encontrar en esa épocaa de cambio una cierta
estabilidad y continuidad recurriendo para ello a la memoria individual de cada
uno. Este interés fructificó con la creación del “Bildungsroman” victoriano,
que es una novela de iniciación en la que el héroe o la heroína pasan de la
inocencia a la madurez después de duras pruebas. Es una novela de carácter
biográfico en la que existe una mezcla de realismo e idealismo. Las dos obras
más características de este periodo son Jane Eyre de Charlotte Brontë y David
Copperfield de Charles Dickens.
La segunda etapa (1850-1870) fue una
época de estabilidad y apogeo británico en la que surgió la “novela doméstica”,
que refleja la vida en las provincias y trata sobre los problemas de la clase
media. Middlemarch de George Eliot es un claro ejemplo de este subgénero
dentro de la ficción.
La tercera etapa (1870-1901) fue una
época de desencanto y escepticismo. En este final de siglo la novela se volvió
más introvertida y psicológica, y en ella los personajes se sentían física y
mentalmente atrapados. Esta clase de novela se podría relacionar con la
naturalista. Así, por ejemplo, se ha considerado que las obras de ficción de
Thomas Hardy podrían ser naturalistas, pues el autor rompió con el “happy
ending” y presentaba la realidad de forma cruda.
En la novela victoriana se recreaba
la vida diaria haciéndola más interesante, se presentaba una visión cruda de la
realidad de la época, aunque dulcificada. Según avanzaba el siglo las novelas
se iban volviendo más realistas, sin embargo, se puede observar que el esquema
de algunas de las novelas victorianas no dista mucho del de los cuentos de
hadas, así Jane Eyre puede recordar al cuento de La Cenicienta; Wuthering
Heights con el cuento de la Bella y la Bestia, el sentimentalismo de
Dickens al de los cuentos infantiles, etc.
Como la mayoría del público lector
pertenecía a la clase media, las novelas debían ajustarse al código moral de
esta clase, y como gran parte del público estaba compuesto por mujeres, el
“pater familias” tenía que tener la certeza de que la novela se adecuaba al
código moral establecido. Por lo tanto, se podría decir que la novela
presentaba la moralidad de la clase media, esencialmente en lo referente a la
conducta de la mujer que tenía que ser pura y casta; el matrimonio era para
toda la vida y el sexo era una palabra prohibida. Virginia Woolf llamaba a este
tipo de mujer “the angel in the house”, parodiando el título de un poema
victoriano, y la describe de la siguiente manera:
I will
describe her as shortly as I can. She was utterly unselfish. She excelled in
the difficult arts of family life. She sacrified herself daily. If there was
chicken, she took the leg, if there was a draught she sat in it- in short she
was so constituted that she never had a mind or a wish of her own [...]. Above
all I need not to say it- she was pure. Her purity was supposed to be chief
beauty- her blushes, her great grace.
Éste es el
retrato de la heroína de la novela victoriana y su contrapartida era la mujer
promiscua que debía ser castigada. La mujer en la novela de esta época era un
ángel o un diablo.
La
novela victoriana tenía que sujetarse a una serie de normas que venían dadas,
en parte, por su proceso de publicación, pues existían diferentes formas de
editar una obra. Por un lado, era habitual que se realizase en tres volúmenes,
lo que se llamaba “three decker”, por tanto la novela tenía que ser extensa, y
hasta finales de este siglo o principios del SXX no se permitió que la novela
fuese más breve. Otra forma de publicar era la de la novela por entregas que se
divulgaba en una revista. Muchas novelas se publicaron así como, por ejemplo, Oliver
Twist de Dickens.
Las
publicaciones por entregas creaban una intimidad entre el lector y el autor que
en ocasiones modificaba el curso de la novela, según la popularidad de los
personajes. Estas obras por entregas terminaban publicándose en tres volúmenes
y pasaban a formar parte de las “circulating libraries”.
CHARLOTTE
/ EMILY BRONTË Y JANE EYRE / WUTHERING HEIGHTS.
Jane Eyre (1847) de Charlotte Brontë es una de las novelas claves
de iniciación de la época victoriana que sin ser autobiográfica , contiene
elementos de ella. Gilmour mantiene que el “Bildungsroman” victoriano se
caracteriza por una mezcla de realismo e idealismo. En esta novela, y a este
respecto, se pueden distinguir dos partes: la primera claramente realista con
una descripción casi naturalista de las condiciones de la vida en Lowood, la
institución de caridad en la que Jane pasó gran parte de su niñez; y una
segunda parte que tiene elementos de cuentos de hadas y en la que gradualmente
los problemas de Jane se van resolviendo de forma casi milagrosa.
Aunque
la novela alcanzó, nada más publicarse, un enorme éxito entre el público
lector, sin embargo con la crítica literaria tuvo más dificultades. No
obstante, en los años setenta y gracias a la crítica feminista, se produjo un
cambio notable con respecto a esta novela. Lo que antes se censuraba, ahora se
elogiaba. Por otro lado, se ha descubierto que Jane Eyre es una novela
mucho más sofisticada de lo que parece en una primera lectura. Desde un punto
de vista literario recoge tradiciones anteriores, contiene alusiones bíblicas y
literarias como, por ejemplo, a las obras de Milton, Bunyan y Swift. También
tiene una gran carga simbólica, mayor de la que se pensaba en un principio.
Jane alterna situaciones de encierro (habitación roja) con situación de gran
libertad (huida de Thornfield). En ambas situaciones se siente amenazada. Es
simbólico de la represión y las barreras que
impone la sociedad.
Showalter
en su libro presenta la tradición literaria de la mujer partiendo de la
generación de las Brontë hasta llegar a hoy en día. Dentro de esta tadición distingue
tres etapas: la primera hasta George Eliot (1840-1880) llamada “feminine; la
segunda (1880-1920) que es una etapa de protesta llamada “feminist”; y la
tercera desde 1920 hasta nuestro días, que es una etapa de autodescubrimiento
de la mujer llamada “femile”.
La obra
de Charlotte Brontë y la de Eliot pertenece a la primera etapa en la que las
escritoras buscaban una heroína, pero lo de la heroína es difícil establecerlo
en Wuthering Heights, que en realidad es un personaje mucho más rebelde.
Showalter mantiene que Jane Eyre es una “heroine of fullfilment” que logra
realizarse como mujer, mientras que Maggie Tulliver, personaje central de The
mill on the floss de Eliot es una “heroine of renunciation”.
No
obstante, Jane Eyre no es una obra tan revolucionaria como se puede
creer con una primera lectura ya que ella nunca viola el código moral
estipulado, sino que en cierto sentido lo apoya. La historia de Jane Eyre no es
la historia de su rebelión, sino de su socialización: pasa de sentirse marginada
a ser la señora de la casa.
Charlotte
Brontë utiliza la trama amorosa en Jane Eyre para resolver la
contradicción entre el desafío inicial de Jane a las convenciones sociales y su
posterior aceptación de las mismas. Al final de la obra, y como consecuencia de
su matrimonio con Rochester, reconcilia las convenciones sociales y su
individualismo rebelde. Por otro lado, Emily Brontë en Wuthering Heights
(1847) rechaza esta reconciliación, pues aunque se afirma la posibilidad de una
existencia al margen de la sociedad que está simbolizada en las figuras de
Cathy y Heathcliff de niños, esta vida acaba convirtiéndose en mito.
Heathcliff
de niño representa un mundo presocial, viene de fuera, no tiene ataduras
familiares y se desconoce su origen; su entrada en la organización cerrada de
la familia Earnshaw significa la libertad para Cathy niña. Heathcliff le ofrece
la salida de la estructura social establecida y la entrada en el mundo de lo
natural, de lo presocial. Sin embargo, ella adolescente entra en contacto con
los Linton, que representan el orden establecido. El matrimonio de Cathy con
Linton desencadena la tragedia. Ella, mediante ese matrimonio, quiere unir lo
natural, su verdadero ser, con lo social, pero el resultado es su propia
destrucción como ser humano, así como la de Heathcliff, que al sentirse
rechazado se socializa y se convierte en un ser manipulador y cruel.
Cathy
muere añorando el mundo presocial y natural de los páramos donde jugaban de
niños; no hay reconciliación posible entre lo natural y lo social. Cathy y
Heathcliff se unen en el territorio de los páramos, pero una vez que han
muerto.
Como
conclusión, se podría considerar que tanto en Jane Eyre, que se ha
tomado como ejemplo del Bildungsroman victoriano, como en Hard Times,
que ha servido de modelo de la novela social, se hace una fuerte crítica de la
realidad social de su época. Dickens criticó el tipo de sociedad inhumana que
estaba creando la revolución industrial, mientras que Charlotte Brontë destruyó
los dos estereotipos de mujer; además en la descripción de Lowood hizo una
seria denuncia de las instituciones de caridad.
Sin embargo, la ideología subyacente
en ambas obras es la clase media inglesa, puesto que en realidad ambos
novelistas estaban abogando por la reforma de la clase dirigente. Wuthering
Heights es una obra más revolucionaria en la que no hay reconciliación
posible, y aunque en la segunda generación aparentemente se produce esta
reconciliación, no hay que olvidar que ni Hareton ni Cathy II son hijos de
Heathcliff, sino que descienden de los Earnshaws y de los Linton. Este final se
puede considerar muy conservador, puesto que las tierras de estas dos familias,
que había usurpado Heathcliff, vuelven a sus primitivos propietarios; sin
embargo, es significativo que ninguno de los dos sea descendente de Heathcliff,
lo que pone de manifiesto que la unión de lo social con lo natural no es
posible más que en una dimensión mítica.
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